Empleos Verdes
15 de Marzo, 2022

Dí­a Mundial del Consumo Responsable

Producción y consumo son dos fuerzas recí­procas y complementarias que impulsan la economí­a mundial. La primera se basa en la extracción de recursos naturales y transformación de materias primas en productos de mayor complejidad, cuyas extensas cadenas de procesamiento y distribución impactan significativamente en el ambiente y las comunidades. La segunda es resultado de la comercialización y adquisición de bienes y servicios, cuya presión se intensifica con la expansión demográfica y unos mayores estándares de vida y consumo.


El progreso económico de las últimas décadas está asociado a estos procesos, y se ha visto acompaí±ado de una degradación ambiental que pone en juego la base de recursos y, por consiguiente, la seguridad en el abastecimiento de alimentos y energí­a, fundamentalmente para los grupos más vulnerables. Como resultado, la estructura productiva propia del modelo económico vigente resulta insostenible a mediano y largo plazo.


En este sentido, y con el objetivo de invitar a la población mundial a reflexionar sobre los hábitos de consumo y sus implicancias a nivel ambiental y climático, cada 15 de Marzo se celebra el Dí­a Mundial del Consumo Responsable. Esta fecha ha ganado difusión y reconocimiento ya que busca concientizar sobre los actuales patrones de demanda de bienes marcados por el consumismo, y las relaciones de causalidad entre estos y los procesos de alteración ambiental y social: agotamiento de recursos, contaminación y degradación de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, agravamiento del cambio climático global, empobrecimiento y dependencia económica.


A su vez, es importante destacar que la globalización de la economí­a implica que el uso y consumo de productos está desacoplado del lugar de origen de materias primas o de producción de bienes. Esto significa que los materiales sean extraí­dos de un sitio, procesados en otro, el producto final se elabora en un tercer paí­s y, finalmente, el acto de consumo tiene lugar en otro punto muy distante. Cabe también aclarar que, el grueso de consumidores finales suele localizarse en paí­ses con mayores ingresos, donde no se perciben los impactos ambientales producto de la actividad extractiva de recursos o los problemas que devienen del procesamiento industrial de las mismas. 


Por otro lado, los paí­ses en desarrollo presentan economí­as basadas en actividades primarias, como la minerí­a, la agricultura y la silvicultura; o industrias secundarias, como el procesamiento y la manufactura, que presentan una mayor carga sobre los ecosistemas que proveen estos recursos naturales y también sobre las poblaciones humanas. El reconocimiento y análisis de cada una de estas etapas resulta imprescindible para reducir los impactos socioambientales generados a lo largo de la cadena de valor de una multiplicidad de bienes y servicios que son ofrecidos para el consumo en todo el mundo.


Actualmente, y a pesar de las repetidas advertencias, se consumen más recursos de los que el planeta puede generar, y las crecientes tasas de contaminación y desperdicio solo exacerban el problema. La humanidad se enfrenta entonces a una disyuntiva: vivimos con necesidades ilimitadas en un planeta que posee una capacidad limitada para satisfacerlas. Esto nos impulsa a un cambio de sentido, que parte del reconocimiento y respeto del equilibrio de la naturaleza y promueve una transformación de los sistemas de producción, distribución y consumo apoyado en nuevos hábitos individuales y comunitarios.


En este marco, el concepto de Consumo Responsable, se plantea como una alternativa que promueve hábitos de vida sostenibles, priorizando el bienestar humano y la capacidad de todas las personas para prosperar a partir de sistemas de producción eficientes en el uso de recursos, con tecnologí­as bajas en carbono y no contaminantes. En términos globales, se busca desvincular el crecimiento económico del deterioro ambiental asociado, acompaí±ando el proceso por una búsqueda de mayor eficiencia en la manera en que individuos, familias y organizaciones adquieren y consumen productos, servicios y experiencias.


En lí­neas generales, la práctica del Consumo Responsable se opone al estilo consumista, acumulativo, el consumo rápido y desmedido. Dentro de sus principales caracterí­sticas se menciona la elección de productos y servicios en función de las variables calidad, precio, impacto ambiental y social, considerando no solo el acto de compra si no también la planificación de las mismas y la selección de empresas o proveedores. Su aplicabilidad alcanza a una diversidad de actividades humanas, entre las que se destacan: el suministro de agua y la producción de alimentos, la generación y el uso de la energí­a, la producción y diseí±o de materiales y productos, los criterios de planificación y métodos de trabajo, los sistemas constructivos, medios de transporte y comunicación.


En relación a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, se destaca el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, que propone “garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, siendo este uno de los propósitos transversales a la agenda ya que presenta más interacciones con el conjunto. A su vez, el consumo y la producción sostenible son iniciativas que pueden contribuir sustancialmente al alivio del hambre y la pobreza, reduciendo el desperdicio de alimentos y generando economí­as más verdes e inclusivas.


Entre las metas especí­ficas que se planea alcanzar al 2030 en el marco del ODS 12 se destacan:

  • Implementación de programas sobre consumo y producción sostenibles, en todos los paí­ses pero con especial atención en aquellos desarrollados y teniendo en cuenta las capacidades de los paí­ses en desarrollo.

  • Reducción del desperdicio mundial de alimentos, también a lo largo de las cadenas de consumo.

  • Reducción sustancial de residuos a través de la prevención y estí­mulo a la  reducción, reciclaje y reutilización.

  • Desarrollo de prácticas de contratación pública sostenibles, de acuerdo con las polí­ticas y prioridades nacionales.

  • Acceso a información para reconocer e implementar estilos de vida en armoní­a con la naturaleza.

  • Asistencia a paí­ses en desarrollo para fortalecer su capacidad cientí­fica y tecnológica y avanzar hacia patrones de consumo y producción más sostenibles.

  • Desarrollo e implementación de herramientas para un turismo sostenible que cree empleos y promueva la cultura y productos locales.

  • Replanteo de subsidios e impuestos a los combustibles fósiles que fomentan el consumo y derroche, eliminando las distorsiones del mercado y minimizando los posibles impactos adversos en términos socioambientales.


Otros conceptos asociados a la sostenibilidad en el consumo contribuyen también a interpretar y posibilitar este cambio de hábitos en la práctica cotidiana:

Consumo consciente: elección de productos que se distinguen por sus valores sociales y ambientales, con una trazabilidad confiable que dé a conocer el contexto de producción. Se trata también de discernir entre necesidades reales y aquellas incentivadas por el consumismo.

Consumo ético y solidario: se basa en el respeto de los derechos laborales de las y los trabajadores. Es socialmente justo, fomenta la no explotación, la integración de diversidades y el desarrollo equitativo y sustentable de todas las personas involucradas en los ciclos de valor. 

Consumo ecológico: se priorizan formas de producir que no pongan en riesgo los sistemas naturales ni la biodiversidad que los habita. Forman parte de este enfoque la producción circular, la reducción, reutilización y el reciclaje de las materias primas, con el fin de evitar el uso desmedido de los recursos.

Consumo saludable y sostenible: fomenta un estilo de vida basado en hábitos sanos, seguros y soberanos, respetuosos con el entorno. Es un consumo austero, que evita excesos innecesarios, lo que implica mejorar la calidad de vida del planeta, y la preservación de los recursos para las futuras generaciones. 

Desde el proyecto Empleos Verdes Locales se busca potenciar la creación de empleos verdes con un enfoque público-privado para transformar los modelos de producción y consumo de las ciudades argentinas. Se trata de abordar de manera complementaria la oferta y estimular, a la vez, una demanda consciente a fin de establecer un cí­rculo virtuoso que permita crear empleo decente e inclusión social, preservar el medioambiente y fortalecer las economí­as locales. 


Como parte del proyecto resultan fundamentales las acciones de relevamiento y apoyo a emprendedores verdes en diversas categorí­as y el desarrollo de ferias de emprendimientos verdes locales como instancias de socialización y divulgación de hábitos sustentables de consumo. A su vez, las actividades de difusión de contenidos a través de webinars, conversatorios y redes sociales contribuyen al intercambio de experiencias e iniciativas que, a nivel local, estimulan el diálogo e impulsan la transición hacia ciudades y comunidades más justas y saludables en términos ambientales y sociales.


El proyecto “Empleos verdes locales: el rol de las Organizaciones de la Sociedad Civil como articuladoras de procesos de transición justa hacia una economí­a verde” es financiado por el “Programa Temático Organizaciones de la Sociedad Civil - Argentina 2020” de la Unión Europea, y ejecutado por la RAMCC como responsable del proyecto y la Cámara de Comercio Italiana de Rosario, In Situ y Wageningen University & Research como socios.


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